Bogotá, Cartagena, Medellín, Barranquilla y Ciénaga
Un ejercicio de comunicación y ciudad
Introducción: un ejercicio de comunicación
Dos conceptos se unen en el marco teórico de este ejercicio: el primero es la idea de modernidad que Walter Benjamin identificó simultáneamente como un mundo de ensueños y como el despertar de una clase social revolucionaria; el otro es el concepto de deseo colectivo, entendido como un impulso que mueve a la comunidad hacia algo que no tiene y cree encontrar más allá, afuera de sí misma.
La relevancia que a lo largo de este texto adquirió el concepto el modernidad planteado por Benjamin, es notable: Se partió de la observación de los ensueños de las sociedades de Bogotá, Medellín, Cartagena y Barranquilla en relación al anhelo de modernidad de cada una de ellas y se concluyó con el más conocido –y tal vez el más violento- episodio de la lucha obrera en la historia colombiana: la matanza de las bananeras en 1928 en Ciénaga.
El análisis del deseo como motor que condujo a la modernidad se entenderá en el texto a través de la dualidad entre las palabras significación que se refiere al reconocimiento de las formas urbanas y arquitectónicas por parte de la comunidad y significancia, término acuñado por la semióloga búlgara Julia Kristeva, que permite entender el deseo que subyace por detrás de ese reconocimiento.
El análisis de ese deseo y su proyección sobre las formas construidas es el objeto de esta observación sobre la arquitectura y la ciudad. Este tema se inició con la investigación Estación Plaza de Bolívar, publicada por la Alcaldía Mayor de Bogotá en el año 2000 y en Argentina en el libro Ciudad deseada. Más tarde, el tema se presentó en congresos en Argentina, Venezuela y en nuestro país, con el nombre Tres ciudades colombianas en el año 1900.
En los años de auge del Estructuralismo era común referirse a la objetividad de los procesos sociales; incontables veces oímos la frase “el sujeto queda fuera del análisis de cualquier proceso social”; la frase provenía de la sociología, como casi todo el conocimiento que nos llegaba en aquellos años de la década de 1960, en la que muchos nos formamos.
Hoy no dudamos en afirmar que el sujeto es parte activa en cualquier proceso. Entre ambos pensamientos, median las intervenciones de Julia Kristeva y su articulación con el psicoanálisis a través del concepto de práctica significante, proceso semiótico en el que la producción de signos se articula con el deseo.
Este concepto que proviene del psicoanálisis define el deseo como un impulso resultado de una experiencia original de satisfacción que provoca una huella en la psíquis; por eso, el objeto que despierta el deseo, se diferencia del que satisface una necesidad: el objeto del deseo es un objeto no hallado o perdido. Sin embargo, la tradición semiótica proponía que los signos surgen de la estricta relación entre un significado y un significante a través de la cual, las cosas son lo que significan y en el análisis, el sujeto está afuera descubriendo o aportando significados. Sin embargo, ante la evidencia de la intervención del deseo en la conformación de un signo nos preguntamos: ¿las cosas son lo que significan o son lo que deseamos? Esta frase, que fue el origen de la anterior investigación sobre las transformaciones en la Plaza de Bolívar de Bogotá, está presente en todo el desarrollo de esta investigación y permitió encontrar las particularidades del deseo de modernidad en diferentes ciudades colombianas.
Signo y deseo se confunden en la definición de Kristeva como evidencia de que en todo signo subyace un deseo; podemos concluir entonces diciendo que detrás de cada signo arquitectónico o urbano, existe un deseo. Ese fue el motor que permitió desarrollar este trabajo, que intenta sondear el sentido de las ciudades en un momento dado: ese difícil momento en que sentirse modernos era casi un imperativo para reconocerse como parte del mundo.
Preguntarnos si las cosas son lo que significan o son lo que deseamos permite adentrarnos en los cambios en el modo de vida urbano signado por ese deseo de modernidad, es decir que permite sondear en la significancia o sentido de la ciudad y la arquitectura, porque los cambios ocurridos hacia fines del siglo XIX provienen del anhelo por una ciudad imaginada o conocida por referencias y por una arquitectura que rechace la tradición colonial y permita un nuevo modo de vida ya que las sociedades encuentran la imagen de sí mismas a través de las construcciones que realizan.
La ciudad y la sociedad de la Colonia reflejaron los objetivos metropolitanos como centros de la ocupación del territorio, en tanto que la arquitectura dejó ver un modo de vida recluido en viviendas abiertas a los patios y solares interiores. En cambio, la vida en la ciudad republicana se abrió a la ciudad, a los nuevos espacios públicos; la arquitectura del Estado creó nuevos monumentos y la vivienda se nutrió de nuevos diseños. Detrás de estos cambios está el deseo de modernidad de los habitantes, el anhelo de sentirse parte del mundo moderno. Esta visión cambia el tradicional concepto de una sociedad que copia arbitrariamente modelos extranjeros, por el de una sociedad que escoge cuidadosamente aquellas imágenes que satisfagan esos deseos.
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