Juan Carlos Pérgolis
Jairo A. Valenzuela
Entrada
Un amigo los llamó “esos ingenios coloridos que veíamos pasar delante de nuestra casa”, hablaba de los buses y del impacto que producían el tamaño, el ruido, la velocidad y los colores en nuestros ojos de niños. Muchos años después, ya sin el asombro de la mirada infantil, queremos reflexionar sobre la presencia, impresa en el inconsciente, de aquellas percepciones -hoy recuerdos- que están ahí, a la espera de algún estímulo externo para convertirse en imágenes vívidas, en emociones…
Realizar un trabajo de investigación sobre esos ingenios coloridos de una ciudad, en este caso Bogotá, implica descubrir los estímulos externos, analizarlos, escogerlos, intentar desentrañar su capacidad simbolizante y tratar de entender el motivo que convierte nuestros recuerdos en imágenes. Porque cuando la memoria, que es un archivo de fragmentos, de instantes, de recorridos, se convierte en imágenes se pueden comunicar los recuerdos: las imágenes transforman la memoria en palabras y estas permiten compartir los recuerdos. Recordar juntos es crear memoria colectiva, observó Maurice Halbwachs[1]; podríamos decir entonces, que el objetivo de este trabajo es recordar juntos…
Durante el curso de la investigación nos han preguntado varias veces ¿por qué los buses? y hemos dado dos tipos de respuestas. Una de carácter emocional: porque nos encanta mirarlos y reconocerlos, viajar en ellos, descubrir algún detalle de su carrocería, el zumbido especial de uno u otro motor, la ciudad que vemos más allá del marco de la ventanilla, los encuentros (y desencuentros) entre los pasajeros y la atmósfera de vida urbana que contienen, porque el interior de los transportes refleja la identidad de la ciudad. En los buses, busetas y colectivos bogotanos la idea de no-lugar o espacio del anonimato, como Marc Augé[1] define al interior de los transportes, se convierte en lugar por la magia de los acontecimientos que ocurren en él.
[1] Halbwachs, Maurice, On collective memory. The University of Chicago. 1992. Este autor define a la memoria colectiva como “una reconstrucción del pasado que adapta la imagen de hechos remotos a las creencias y necesidades espirituales del presente”.
La otra respuesta es de carácter académico, tiene que ver con la historia y la teoría. Nuevamente aparece el recuerdo como categoría en la investigación, ahora en palabras de Walter Benjamín[2]: el recuerdo no es un instrumento para atrapar el pasado sino un escenario donde se captaron aquellos momentos que hoy son pasado. A esos momentos –incluyendo los presentes- que son escenas en la vida de la ciudad se refiere esta investigación, que no intenta contar la historia del transporte en Colombia, ni en Bogotá, ya que eso tendría que ver con el correr del tiempo y con el fluir de la vida, sería un intento de biografía y este texto sobre el transporte bogotano sólo trata de mirar algunos instantes, algunos momentos escogidos, como haciendo zapping entre las imágenes del recuerdo.
En la primera parte de este texto hay una mayor carga teórica, dos motivos nos llevaron a plantear esa asimetría en el contenido: por una parte, dar al lector las herramientas teóricas al inicio del texto, para que pueda aplicarlas libremente durante el desarrollo, en particular en la segunda mitad, en la que los buses son protagonistas indiscutibles. Por otra parte, hemos querido aprovechar los ejemplos más lejanos en el tiempo para trabajar esos conceptos teóricos en una estructura urbana –y social- más sencilla, con una red de transportes menos compleja, como ocurría en Bogotá con anterioridad a la década del cincuenta.
[2] Augé, Marc. Los no lugares. Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad. Gedisa, Barcelona, 1993. [3] Benjamin, Walter: Historias y relatos. Península, Barcelona. 199.
1. Los buses de mi ciudad. Juan Pedro Arellano (9 años)
para leer el artículo completo haz click en el link y descarga el PDF.
Komentar