Investigación sobre imaginarios y representaciones sociales en
el transporte público de pasajeros
Juan Carlos Pérgolis
coinvestigador: Jairo A. Valenzuela Instituto de Investigaciones Estéticas
Universidad Nacional de Colombia
“Recordar juntos es crear memoria colectiva” Maurice Halbwachs
“Organizar biográficamente una vida en el espacio lleva a armar un plano de fragmentos, de instantes, de recorridos, de lugares”. El recuerdo, señala Benjamin es lenguaje cuando se vuelve imagen. Esa frase encierra el nudo teórico de la investigación Imaginarios y representaciones sociales en el transporte público de pasajeros, que adelantamos actualmente. A fin de compartir el proceso que es una mezcla de reflexión teórica con señalamientos históricos, con el gusto por mirar los transportes urbanos, abrimos un portal o sitio en la web donde guardamos el material y presentamos los avances de la investigación. El portal se puede consultar en: www.busesdecolombia.com.
Para plantear el marco teórico de este trabajo sobre teoría e historia quisiera traer otra reflexión: es la que nos acompañó en el desarrollo de las investigaciones Bogotá fragmentada y Estación Plaza de Bolívar: me refiero a la secuencia semiótica derivada del trabajo de Julia Kristeva sobre la práctica significante y el cruce que esta autora hace entre la semiótica y el psicoanálisis.
Deseo – Satisfacción – Acontecimiento – Relato - Horizonte de sentido
De esta manera, la relación Historia -Teoría se da a través del análisis del relato como manifestación de un acontecimiento que expresa la satisfacción de un deseo y –consecuentemente- la aparición de un horizonte de sentido en la vida urbana.
Esa definición de Walter Benjamin mezcla elementos del surrealismo, de Proust (en la visión literaria), de Marx y de Freud. También hay que agregar la teoría de las generaciones y el estudio sobre los procesos de cognición infantil. Sin dudas –y como señala Buck Morss- todo esto se une por medios más literarios que lógicos y esa frase sintetiza nuestro método. Veamos un ejemplo: El 2 de abril de 1873 se comenzó a publicar en La América (No74) “Los aguinaldos en Chapinero”3, novela por entregas de Eugenio Díaz Castro, que concluyó en el No105 del 28 de julio de ese mismo año. En ella se narra las aventuras de unas familias bogotanas que pasan las vacaciones de diciembre en el cercano pueblo de Chapinero; allí podemos leer:
“Al norte de la ciudad de Bogotá, como a una legua de distancia, en el punto mismo donde la Sabana se deslinda con las lomas que sirven de base a los páramos de oriente, está situada la pequeña aldea de Chapinero (...) Una capilla, rodeada de algunas casas de paja es lo que constituye la población. Según lo convenido, el día 15 de diciembre, después de otros viajes, emprendió el único ómnibus que entonces había, el de la conducción de la familia de don Toribio. A las nueve de la mañana se abrió la portezuela al frente de la casa de Teresa... (...) A este tiempo llegó el carro con todos los trastos, tirado por dos hermosos bueyes colorados. Iban allí todos los enseres de la cocina, dos taburetes pequeños, unas esteras, dos almofrejes, dos o tres catres y algunos baúles y cajones...”
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