Este libro es el resultado de una investigación realizada en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Colombia, con la colaboración de alumnos de los últimos semestres de la carrera de Arquitectura. Junto con ellos y otros colegas nos introdujimos en la reflexión sobre la presencia de la arquitectura y la ciudad en los textos literarios, observando los mecanismos usados por los escritores para transmitir esas imágenes en descripciones específicas, telones de fondo que condicionan o permiten ubicar situaciones o, sencillamente como parte de la ambientación y clima subyacentes en los textos.
Es evidente que la reflexión arquitectónica (y mucho más la urbanística) se volvió discursiva y densa, plagada de absolutos y de verdades indiscutibles. Observar esas disciplinas desde las imágenes de la literatura nos llenó del necesario aire fresco propio de la duda, de lo relativo, de lo emocional y nos demostró, como dice Calvino, que la levedad es algo que se crea en la escritura, con los medios lingüísticos propios del poeta.
Mirar la arquitectura implica mirar la ciudad. Ese convencimiento determinó la escala de observación de esta investigación: la ciudad como lugar de la existencia, esa sumatoria de generaciones que va tejiendo la vida urbana con los hilos de las emociones sobre la urdimbre del espacio.
La literatura nos mostró que fantasía y realidad se conjugan en la ciudad creando una única imagen y que la realidad sin la fantasía no existe. La ciudad de la utopía es la ciudad del pensamiento, de la razón, de la expectativa colectiva por un mundo mejor; la sociedad que pierde sus utopías irremediablemente perderá sus ciudades.
Estas observaciones guiaron la investigación hacia algunas ciudades, muy diferentes de las nuestras en sus estructuras, en sus imágenes y en su cotidianeidad, aunque no por ello menos reales; igualmente fantásticas e igualmente utópicas, aspectos que por ser inherentes al hombre no pueden estar ausentes de su espacio existencial: la ciudad.
A quienes siempre hablamos de estas ciudades, nos atrae a veces mirar las otras ciudades: esas que creemos que son tan diferentes de las nuestras, aunque sus estructuras se sostengan, también, por medio de una red de emociones y afectos.
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