Necochea
Una típica fundación de la pampa húmeda, baja y extendida, centralizada en una enorme plaza equivalente a cuatro manzanas, la ciudad de Necochea, 700 kilómetros al sur de Buenos Aires es un centro de servicios para la rica región agropecuaria que la rodea y su vecindad con la desembocadura del río Quequén dio lugar a la construcción de un importante y muy activo puerto para la exportación de cereales.
También la cercanía con la costa atlántica permitió el desarrollo turístico de sus playas amplias y de suave pendiente; la ciudad que siempre estuvo alejada del mar se acercó a las playas a través de la nueva urbanización costera llamada Villa Díaz Vélez. De este modo, en aquellos veranos Necochea funcionaba como dos ciudades unidas por una larga y amplia avenida bordeada de eucaliptus: una, el centro de servicios agropecuarios y otra, la villa balnearia, hoy integradas en un solo asentamiento.
Al otro lado del río Quequén, el puerto vibrante de actividad en verano –época de embarque de cereales- se integraba fácilmente a Necochea. En la actualidad ambas márgenes del río constituyen una única jurisdicción política.
1 Una historia de vida
Esta es una historia de vida contada a través de mi relación con los ómnibus –micros, colectivos o como los llamemos- de la ciudad de Necochea. En un momento, pensé decir que yo pasé por esos micros, que viajé en muchos de ellos, que otras veces me detuve a mirarlos y que finalmente me comprometí con ellos en la Dirección del Transporte de la Provincia de Buenos Aires. Sin embargo, ocurrió lo contrario: ellos pasaron por mi vida y se quedaron enganchados en las imágenes de los recuerdos. Más aún, creo que son la estructura de esos recuerdos porque en todos están presentes, algunas veces como marco de la escena y muchas otras como protagonistas. No hay dudas de que las percepciones de la infancia constituyen la base para las imágenes que nos acompañarán toda la vida y esos ingenios coloridos que pasaban ante nuestros ojos, como los definió alguna vez Scartaccini, conformaron los hitos para contar esta historia de vida.
Pero toda historia, como todo relato o narración, tiene un sesgo, una mirada particular y se cuenta a través de un marco teórico. En el primer capítulo, la principal referencia teórica la constituye Walter Benjamin, el pensador de la modernidad que a través de Crónica de Berlín, de Calle de dirección única y del inacabado Passagem Werk se atrevió a proponer una historia basada en escenas independientes, y no en grandes narraciones secuenciales, una historia que no pretende ser parte de algo mayor. Por eso, esta no es una “historia oficial del transporte en Necochea”, ni siquiera una historia; aquí, cada escena comienza y termina en sí misma, como un fragmento roto de una totalidad arbitraria...
En el segundo capítulo la referencia inevitable fueron los textos de la semióloga búlgara Julia Kristeva quien relacionó la ciencia de los signos –la semiótica- con el psicoanálisis y evidenció que detrás de cada significado que damos a las cosas se esconde un deseo, porque el proceso de significación pasa por el inconsciente. También, en este capítulo quise hacer referencias a Michel Serres, el físico y filósofo que juega con las nociones de tiempo y distancia, cercano y lejano.
A través de la lectura de los textos de Kristeva se puede concluir que cuando se satisface, o al menos se insinúa la satisfacción de un deseo se produce un acontecimiento, que conforma la base de un relato. Así, todo relato incluye la satisfacción (o insatisfacción) de un deseo. En este segundo capítulo intento el camino inverso: a partir de la narración trato de mirar el acontecimiento que constituye el tema y, desde ahí, sondear en el mundo de deseos que hay por detrás.
En el último capítulo, están presentes varios autores: Gianni Vattimo a través de su texto La sociedad transparente que rompe el mito de la historia única, la “historia oficial” y permite entrever que hay tantas historias como narradores las cuentan; Italo Calvino con sus Seis propuestas para el próximo milenio, donde la primera es, justamente, la levedad, la contraparte de las estructuras pesadas e inamovibles y por último Omar Calabrese, quien desde La era neobarroca propone la confrontación entre fragmento y detalle, es decir entre la idea de partes independientes, como las que arman esta mirada al transporte en Necochea y la idea de parte inherente a la totalidad, como el relato de la historia tradicional.
Pero más allá de la teoría están las emociones. Tal vez en este relato y en el sesgo de su mirada haya “errores” y alguien pueda señalar que los hechos no fueron así, que los recuerdos hacen trampas. Ante esto no tengo dudas: los recuerdos hacen trampas y yo le ayudo a hacerlas, porque esos recuerdos conforman mi realidad y –tampoco ante esto tengo dudas- la realidad existe en la medida de nuestras pasiones.
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